Tiene en sus manos a la Virgen como presentándola al mundo. Como si nos la quisiera entregar para que la tomemos también nosotros como Señora. No mira a la Virgen sino a nosotros, como diciendo: ¡Esta es también tu Señora! La Virgen está de frente, mirándonos a nosotros, sus hijos.
La Imagen de la Virgen está sin rayera, sin corona y sin la luna de plata ya que estos son ornamentos que se le colocaron después de la muerte del negro Manuel. Tiene el vestido blanco y celeste que le había colocado ya doña Ana de Matos, según la costumbre española de vestir a la Inmaculada con esos colores. De hecho, las narraciones antiguas cuentan que el fiel esclavo quitaba los abrojos del vestido de la Virgen cuando Ella se trasladaba para visitar a los paisanos. Debajo del vestido aparecen las nubes de la base de la Imagen de terracota”.
(De la Descripción del cuadro escrita por la autora)