Su autor nació en Castres (Francia) en 1847 y fue ordenado sacerdote en París en 1871. Ese mismo año llegaba como misionero a la Argentina y visitaba por primera vez el santuario de Luján (era entonces el templo edificado por Lezica y Torrezuri), quedando prendado de la Imagen de Nuestra Señora. Fue un gran misionero, y en dos períodos distintos misionó en tierras de indios. En una de estas ocasiones, en 1875, fue salvado milagrosamente de una muerte segura a manos de los indios por intercesión de la Virgen de Luján. Dedicado completamente a la difusión de la devoción a Nuestra Señora de Luján, emprendió la redacción de su historia y viajó a Roma para obtener del Papa León XIII la coronación pontificia de la Sagrada Imagen (ocurrida por manos del arzobispo de Buenos Aires Mons. Aneiros el 8 de mayo de 1887), para lo cual había hecho cincelar en París una rica corona que el Papa bendijo. Proyectó con magnanimidad y comenzó la construcción del grandioso templo actual, cuya piedra fundamental fue bendecida el 15 de mayo de 1887.
Haga click en la imagen para ver algunas páginas del libro.
Haga click en la imagen para ver algunas páginas del libro.
Además de esta Historia de Nuestra Señora de Luján, el P. Salvaire escribió otras obras para los devotos y peregrinos y fundó La Perla del Plata, revista del santuario. Animado de gran celo apostólico, en Luján realizó una grandiosa obra pastoral como capellán y rector del santuario. Fundó el Hospital de Nuestra Señora de Luján, el Círculo de Obreros Católicos, el Colegio Nuestra Señora de Luján, el Descanso del Peregrino, la Conferencia de Damas de San Vicente, creó numerosas asociaciones parroquiales. Murió el 4 de febrero de 1899 con solo 52 años de edad. Está enterrado en el transepto derecho de la basílica de Luján. Su causa de canonización está en curso[2].
Respecto a la motivación de su obra, cuando el P. Salvaire fue salvado milagrosamente de la muerte por intercesión de Nuestra Señora, hizo el voto de hacer conocer y difundir la devoción a la Inmaculada de Luján. Lo dice él mismo en la Dedicatoria de su colosal obra: “Dulce Madre mía, yo mismo experimenté de un modo indecible las maravillosas influencias de vuestra tierna protección, de vuestro poder y bondad sin límites. Qué-dese yerta y sin movimiento esta mano derecha, trábese mi lengua, si ja-más en mi vida llegara mi corazón a olvidarse de vuestra portentosa mediación en mi favor y de la promesa que en lance tan apremiante os hice, de consagrar todas mis facultades a haceros conocer, como merecéis, de no perdonar medios para alabaros y encomiar vuestro poder y maternal ternura, y de esparcir, en cuanto me fuere posible, hasta los últimos con-fines de esta República, vuestra hermosa y simpática leyenda. Este libro, amable Protectora, es el cumplimiento de mi inolvidable promesa”[3].
Salvaire se propuso fundamentar su relato en documentos históricos, para lo cual tuvo que trabajar afanosamente investigando en “todos los archivos de la época colonial”, como él mismo relata: “Así dispuesto, me dediqué animosamente al estudio de todo lo que pudiera relacionarse con la historia del santuario y de la Villa de Nuestra Señora de Luján, consultando, como lo dije ya, todos los archivos de la época colonial, porque estaba plenamente persuadido que si, como lo decía Carlos XII, la historia debe ser un testigo y no un adulador, solamente en los documentos originales depositados en los archivos descubriría, juntamente con la verdad, aquel colorido que revela una época y manifiesta una edad, mejor todavía que la más perfecta narración o descripción”[4].
El valor de esta encomiable historia, en cuya redacción el P. Salvaire se ocupó intensamente durante ocho años, es realmente singular. Desde el punto de vista crítico-histórico tiene ciertos límites, particularmente en lo que atañe a la primera época de la historia lujanense, que estudiosos posteriores han evidenciado, aun ponderando mucho la obra de Salvaire. Pero estos límites, debidos a las circunstancias históricas en las que trabajó el P. Salvaire, en nada disminuyen el valor de su escrito, que puso muchas de las bases para el trabajo de los historiadores sucesivos.
El gran historiador de Luján Mons. Presas afirma que la Historia de Salvaire fue en su momento aplaudida “unánimemente” por la crítica. Y luego de citar numerosos testimonios elogiosos de aquel tiempo concluye:
“Nosotros suscribimos totalmente y reafirmamos estos juicios, que aún hoy la crítica respeta en su integridad. Sin embargo, debemos hacer a su Historia algunas observaciones. Abarca un período que va desde el año de 1630 hasta el de 1885, fecha de su impresión. Y aun cuando todavía hoy la obra conserva la gravedad de un libro bien documentado, no todas sus partes tienen el mismo peso ni gozan de igual autoridad.
Así los primeros capítulos que tratan del origen y culto de Nuestra Señora de Luján, por haberle faltado al padre Salvaire la documentación primaria contemporánea de los hechos, carecen de aquella vivencia que imprimen al relato la impronta de la autenticidad. Su parte más valiosa es la que corre de los años 1730 a 1815, pues para ella disponía de todo un arsenal de documentación de primera mano en el mismo santuario y en el Municipio de Luján. La que va desde los años 1815 hasta su publicación asombra por la cantidad de datos que refieren mercedes y gracias de la Virgen de Luján, lo mismo que de actos de culto cumplidos por sus de-votos; pero por faltarle al autor la perspectiva del tiempo muchos otros hechos de aquella época han quedado en el olvido, al no ser registrados.
Hoy nosotros sabemos mucho más de Nuestra Señora de Luján de lo que sabía el religioso Salvaire, pues el tiempo no corre en vano. Pero esa ciencia y conocimiento que al presente tenemos de los hechos lujanenses son fruto y gracia de la inquietud, estudio, empeño y celo que animaban el espíritu de Salvaire. Su obra en aquella época fue la labor de un gigante: un himno colosal de amor y gratitud a la Madre de Dios; un toque de clarín que resonó hasta los confines de la Patria y del orbe, en el afán de hacer conocer y estimar cada día más a esa Virgencita, Madre y Reina de Luján”[5].
Desde el punto de vista metodológico, en esta edición hemos adoptado los siguientes criterios:
- La división en dos tomos es la misma de la edición original de 1885 del P. Salvaire.
- En la edición original el P. Salvaire divide el contenido de la obra en tres grandes partes, a las cuales da distinto tipo de numeración de páginas. Así, los 44 capítulos son precedidos por una extensa introducción de varios documentos y seguidos por un largo apéndice documental.
El esquema es el siguiente:
I. La introducción (en el tomo primero, 131 páginas numeradas con números romanos), que incluye:
- Declaración del autor
- Dedicatoria a la Virgen de Luján
- Cartas de autoridades eclesiásticas y civiles
- Un estudio sobre el santuario de Luján, escrito por S. Estrada
- Una introducción a la obra, escrita por P. Goyena
- El prólogo del Padre Salvaire
II. La Historia de Nuestra Señora de Luján (con numeración de páginas en números arábigos, comenzando de nuevo en cada tomo). Incluye:
- Capítulos 1 a 24 (tomo primero, páginas 1 a 458)
- Capítulos 25 a 44 (tomo segundo, páginas 1 a 496)
III. Apéndices (en el tomo segundo, con numeración de páginas en números arábigos entre paréntesis, páginas 1 a 287).
En esta edición, en cambio, hemos enumerado de corrido todas las páginas, con números arábigos, en cada uno de los dos tomos de la obra, incluyendo la parte introductoria y los apéndices en esa misma numeración.
- Hemos corregido el texto del P. Salvaire en su ortografía y en alguna ocasión en su estilo, para facilitar la lectura. En ningún caso se ha cambiado el sentido de las frases y su texto está reproducido íntegramente.
- Un problema particular representa la ortografía de los muchos documentos citados en la obra. El P. Salvaire, que los tuvo delante de sí, afirma que en algunos casos tuvo que corregirlos[6]: “Ciertos documentos, de los que figuran en este libro, han sufrido algunas pequeñas modificaciones de estilo y particularmente de ortografía que en nada afectan al sentido de la frase, las que he juzgado necesario introducir para ajustar el tono de la obra a un lenguaje más uniforme y correcto. En algunos de esos documentos se notaban errores tan evidentes, que el corregirlos me ha parecido un servicio que no se debía negar a las letras, siempre que se tenga gran cuidado de respetar el valor de las palabras”.
No conocemos cuáles fueron estas correcciones introducidas por el P. Salvaire, pues muchos de los documentos citados se han perdido. Además, tratándose de documentos antiguos, nos ha parecido mejor respetar su escritura original. Por estos motivos hemos optado por transcribir las citaciones de estos documentos tal cual las trae el P. Salvaire, sin correcciones ortográficas, aun cuando los errores muchas veces sean evidentes. Esto vale principalmente para los documentos de los cuales el P. Salvaire coloca la referencia de sus fuentes, y de manera especial para la extensa colección de Apéndices documentales que trae al final del segundo tomo.
En otras ocasiones, particularmente cuando se trata de testimonios sin la referencia de la fuente o de citaciones de libros antiguos que hemos podido corroborar, hemos corregido los errores ortográficos.
- Hemos mejorado las notas a pie de página, completando y corrigiendo las referencias de las obras citadas que faltaban o que contenían errores. Además, hemos omitido repeticiones y hemos unificado el tipo de letra para indicar tanto los autores como los títulos de las obras citadas, usando el mismo criterio que en los demás volúmenes de esta colección. Hemos también unificado los nombres de los diferentes archivos mencionados, pues el P. Salvaire usa a veces distintos nombres para referirse a un mismo archivo.
- Con relación a las citas de la Sagrada Escritura, hemos corregido algunos errores y hemos reemplazado los nombres antiguos de los Libros Sagrados con los que se usan actualmente (así por ejemplo I-II Paralipómenos, hoy 1-2 Crónicas, etc.).
- Hemos ilustrado la obra con los cuadros al óleo de la Hermana María de Jesús Sacramentado Riera, SSVM.
Los Editores
[1] Así se expresaba el arzobispo de Buenos Aires, Mons. León F. Aneiros, en carta al P. Salvaire del 4 de octubre de 1885, citada por el autor al inicio de la obra; véase págs. 13 y sigs.
[2] Sobre el P. Salvaire se vea J. M. Presas, Nuestra Señora de Luján. Estudio crítico-histórico 1630-1730, Primera Parte, Escritores, volumen 3 de esta colección. También del mismo autor Jorge María Salvaire. El apóstol de la Virgen de Luján, Morón 1990. Mons. Presas dice que la mejor biografía de Salvaire, hasta ese momento, es la de F. C. Echevarría de Lobato Mulle, El P. Salvaire y la Basílica de Luján, Luján 1959.
Más recientemente ha sido publicada la monumental obra de Mons. Juan Guillermo Durán en varios volúmenes: El Padre Jorge María Salvaire y la Familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. En los orígenes de la Basílica de Luján (1866-1875), Buenos Aires 1999; En los Toldos de Catriel y Railel. Obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado (1874-1876), Buenos Aires 2002; De la frontera a la Villa de Luján: el gran Capellán de la Virgen Jorge María Salvaire (1876-1889), Buenos Aires 2008; De la frontera a la Villa de Luján. Los comienzos de la gran Basílica, Buenos Aires 2008; Jorge María Salvaire, C. M., Gran apóstol de la Virgen de Luján, “Cual otro Negro Manuel”, Buenos Aires 2016.
[3] Historia de Nuestra Señora de Luján, tomo 1, pág. 11. Hace mención también en el Prólogo.
[4] Prólogo, pág. 88.
[5] Nuestra Señora de Luján. Estudio crítico-histórico 1630-1730, Primera Parte, Escritores, volumen tercero de esta colección.
[6] Prólogo, pág. 96.